El día que ocurrió el autohipnotismo de Leonardo Baz, Amadeo Vandelobo Artemoso hizo su aparición por la Calle Real de Villapintada. Amadeo estaba acostumbrado a llamar la atención en cada sitio que visitaba, especialmente en los pueblos de la cordillera, pues eran bastiones feudales relativamente aislados. Por eso le causó extrañeza que nadie saliera a recibirlo con una mirada de curiosidad. Pero es que todos estaban en la plaza, haciéndole corrillo a Leonardo Baz.
Su hermana lo encontró mirando de frente al espejo, con un ojo entrecerrado y la ceja contraria subida, exactamente con el gesto que adoptaba para sus actos de hipnotismo. De inmediato supo lo que había pasado. Se apoyó en la escoba y pensó durante varios segundos qué hacer. Le preocupó el recuerdo de la única vaca que tuvieron en la familia: Leonardo, de niño, la hipnotizó antes de partir durante las vacaciones de colegio. El animal permaneció de pie, con los ojos abiertos, sin comer, beber o expeler. Los villapintanos discutieron largamente la causa de la muerte de la vaca. Uno la atribuyó a puro cansancio, otro a inanición, y otro a la podredumbre de lo que se le había quedado sin digerir. Cuando finalmente el animal se desplomó, lo hizo con tal hediondez que la última tesis se convirtió en la más aceptada. Nadie discutió la causa de la catatonia. Los villapintanos ya estaban acostumbrados a las habilidades de Leonardo. |